Monday, February 27, 2017

Cuatro cumpleañeros

Sensatez

El precio de la electricidad había subido tanto que el cumpleañero prefirió dejar las velitas encendidas.

 Inoportuno

“¡Sorpresa!”, gritaron todos cuando lo vieron entrar. El ladrón decidió volver otro día.

 Empalagado

Todo le había salido mal al pastelero aquella vez. Su único deseo era olvidarse de su oficio por el resto del día. No contaba, sin embargo, con el pastel de cumpleaños que, junto con sus seres queridos, aguardaba por él en la oscuridad de su hogar.

 Crueles obsequios

Su peor enemigo le regaló un caballo y un refranero. Desde entonces, se obsesionó con las dentaduras.

Saturday, October 18, 2014

Rectificación tardía

¿Cómo puedes descansar sabiendo que una calamidad aprovecha la noche para burlarse de ti? ¿Cómo puedes descansar sabiendo que, para más inri, esa calamidad te expondrá al escarnio público? Peor aún, ¿cómo puedes descansar sabiendo que esa calamidad ya está fuera de tu alcance? No puedes. Sencillamente no puedes. Cuando ni siquiera cuentas con el derecho a apelar para salvarte el pellejo, lo único que te resta es cumplir la condena, por más pesada que sea.

Así de grave fue lo que me pasó ayer. Sabía que el daño era completamente irreparable, porque incluso Melvin, el infalible Melvin, me lo confirmó vía telefónica. Y si él, que hasta esa ocasión había enderezado todos y cada uno de mis entuertos, lo decía, nada quedaba por hacer. Eso sí: no crean que soy negligente. Todo lo contrario. Ustedes jamás conocerán a alguien tan cuidadoso como yo. Pero, a pesar de esa virtud, cargo conmigo el mismo defecto con el que nacemos todos los seres humanos: la imperfección.

Atormentado por el cilicio de esa tragedia, es lógico que haya pasado la noche en vela, acompañado de cierta idea desesperada y estéril, pero peligrosamente factible. Tan factible era que dupliqué mi dosis de pastillas para dormir con la esperanza de recibir un knockout fulminante que me mantuviera fuera de circulación hasta que semejante despropósito resultara irrealizable. El genio de los fármacos me negó ese deseo. A mi juicio, el cuerpo humano, cuando está hastiado del suministro recurrente de difenhidramina, acaba volviéndose inmune a su soporífero guion.

Después de haberme jugado la mejor carta, no me quedaba más que probar con alternativas de menor eficacia, lo que me llevó a tragarme una infusión que, según el empaque, garantizaba un sueño reparador gracias a la sabiduría de la Madre Naturaleza. Hasta las tres de la madrugada, esperé frente al televisor, acaparado por un predicador que se manejaba frente a las cámaras con una impericia que no justificaba su derecho a ocupar un espacio en los medios, por un resultado rayano en el milagro. Huelga decir que la supuesta magia del té era una grandísima mentira.

Entonces consideré otros métodos. Pensé en prepararme un brebaje casero basándome en una receta sacada de internet. También pensé en provocarme una pérdida de conocimiento pasajera —sin secuelas permanentes—, aplicando lo que me había enseñado Hollywood sobre los golpes en la cabeza. Fui disuadido por el incierto nivel de conocimiento médico que poseen los cibernautas con seudónimos y los guionistas de cine. En ambos casos, corría el riesgo de terminar hospitalizado, lo que me habría obligado a abandonar mi trabajo indefinidamente y, por ende, a quedar mal con mucha gente.

A las cinco de la madrugada, la hora crucial, la desesperación hizo lo que más temía: se apoderó de mi voluntad. Eso activó en mí un repulsivo deseo de mirar otra vez la cara gangrenosa de mi enemigo, así que fui hasta la computadora, abrí mi correo electrónico y leí aquel archivo adjunto donde estaba el tardío hallazgo que me había estropeado la jornada. Ahí seguía la calamidad, inamovible como un soldado de la Real Guardia Británica y vil como el Nosferatu de Friedrich Wilhelm Murnau.

Lo peor vino después, cuando la idea insensata contra la que había estado luchando se puso en marcha. Entonces salí del apartamento a sabiendas de lo que venía. Ahí estaba el quiosco, ya abierto. Ahí, en el periódico, en mi columna de opinión dedicada a la crítica cinematográfica, estaba el error ortográfico que había evadido la vista de águila de Melvin, el editor. Aun cuando era consciente de la futilidad de mi cruzada, volví a casa para buscar mis tarjetas bancarias y todo el dinero en efectivo del que disponía.

Thursday, October 24, 2013

Persistencia

A la costa arribó una balsa conducida por un flaco, barbudo y andrajoso navegante. Un grupo de bañistas fue a su encuentro. Les pidió a gritos agua y alimentos. Recibió más de lo que podía consumir en un día, pero no comió ni bebió nada. En lugar de eso, apiló todos los donativos en su humilde nave y, para desconcierto de la multitud, dejó que se lo tragara el mismo horizonte que lo había traído.

Friday, October 18, 2013

Mister Microcuento


Como si no bastara con los Miss Venezuela que celebra Osmel Sousa cada mes, decidí organizar un concurso de belleza para microrrelatos. He aquí los ganadores. Láncenles ropa interior o tomates podridos según el nivel de agrado que despierten en ustedes.

Mister Peso Pesado: Fue un gran boxeador, pero perdió todos los combates por culpa de su miedo escénico.

Mister Crítico: Cuando halló el revólver en su chaqueta, alzó la cabeza y le dijo al autor: "¿En serio? ¿Otro minicuento con un revólver?".

Mister Excusas: "La tarea se comió a mi perro", le dijo a la maestra. Era cierto. Su mascota se había vuelto un ocho con las divisiones.

Mister Perseverante: Después de dar mil vueltas, por fin encontró un lugar donde estacionarse. Fue una pena que olvidara cuál era la diligencia.

Mister Trabajador: Tardó semanas en elaborar la chuleta perfecta, más tiempo del que habría necesitado para estudiar.

Mister Impuntual: La visión del futuro le llegó tan tarde que la tomó por un recuerdo y la desaprovechó.

Mister Severo: El linier le anuló el gol al ver su celebración adelantada.

Mister Psicopático: "Me gusta mirar a la gente mientras duerme", confesó el dinosaurio en un susurro. El psicólogo no se despertó.

Mister Terquedad: "Nada es imposible", solían decir sus padres. Se dedicó a la vagancia para demostrarles cuán equivocados estaban.

Mister Angustiado: Después de conocer la tasa de homicidios por armas de fuego en el mundo de los minicuentos, decidió mudarse.

Mister Humorista: Tras sortear diez mil dificultades, por fin tenía en su poder el último chiste de la humanidad. No lo entendió. 

Mister Especulador: La vida no le dio limones: se los vendió con sobreprecio.

Mister Traficante: Lo detuvieron en la aduana por tener mariposas en el estómago. Fue encarcelado hasta que se le pasó el enamoramiento.

Mister Resaca: Amaneció con el pie izquierdo. El derecho todavía no había regresado de la rumba.

Mister Literal: Siguiendo al pie de la letra las reflexiones de Arturo Uslar Pietri, sembró petróleo. Un océano negro se tragó su casa.

Mister Poeta: "No tengo palabras para expresarte lo que siento", reconoció el enamorado. Le robó unas a Rubén Darío y se salió con la suya.

Mister Refranero: Tras cometer decenas de crímenes, se frotó las manos con emoción y murmuró: "No hay mal que por bien no venga".

Mister Ilusionista: "Para el siguiente truco, necesito que dejen de mirar los celulares", dijo el mago. Esperó un poco. Se marchó cabizbajo.

Mister Bradbury: El primer colono de Marte miró el punto azul del horizonte y gritó: "¡Adiós, mundo cruel!".

Mister Arquímedes: Le dieron un punto de apoyo, pero él ya no tenía ganas de mover el mundo.

Saturday, May 19, 2012

Cuatro zoológicos


 

Final feliz

Cuando la guerra nuclear acabó con la especie humana, las cucarachas tomaron el poder y declararon la paz mundial.


Trampas

Los griegos metieron el baúl con armas en el gigantesco caballo de madera. En la noche, se abrió la escotilla del caballo y apareció un troyano empuñando una daga ensangrentada.


Sufrimiento

Una guacamaya entró en la habitación y se posó sobre el busto de Palas. Armó tanto escándalo que el escritor nunca más pudo mortificarse pensando en su amada Leonora.


La pura verdad

 “El perro se comió mi tarea”, le explicó el niño a la maestra de matemáticas. No pudo convencerla. Al regresar a casa, encontró a su mascota vomitando numeradores y denominadores sobre la alfombra.

Saturday, May 12, 2012

Cuatro amorosos


  

A oscuras

Hubiese sido amor a primera vista, pero el apagón los hizo seguir de largo.


 Despecho atípico 

Luego del enésimo trago, el extraterrestre desahogó su pena:

—¡Humanos! ¿Quién los entiende?  


Boda en la cárcel

—¿Y tú? ¿Aceptas a Sara como tu legítima esposa?

—Esa no es Sara.

—¡Válgame Dios, tiene usted razón! ¡Guardias!  


Proposición indecente 

—¿Te parece si nos ponemos más cómodos?

—Adelante, guapo.

Él se quitó los zapatos y las medias. Sin levantarse de la silla, apoyó los pies sobre la mesa.

Tuesday, November 22, 2011

Dos musicales

Crítica sincera

—Sé un buen amigo y dime la verdad: ¿tengo futuro como saxofonista?

—Ehhh…

—Dímelo sin anestesia.

—¡Por supuesto que sí!

Tocó la primera nota musical y todos los objetos de vidrio de la casa estallaron en pedazos.



Fanaticada

El flautista de Hamelín suspendió su concierto a última hora. Enfurecidas, las ratas, sus más fieles fanáticas, destrozaron el auditorio.